domingo, 10 de abril de 2011

LA PARADOJA DEL GATO DE SCHRÖDINGER



Imaginemos una caja con un átomo radiactivo en su interior, cuya función de onda predice que tiene un cincuenta por ciento de probabilidades de desintegrarse al cabo de una hora. En esa caja también se encuentra un detector que capta el momento de la desintegración y que está conectado a un circuito eléctrico que acciona un martillo. Además, dentro de la caja también hay un gato y un frasco cerrado lleno de gas venenoso. Cuando el átomo se desintegre, se accionará el circuito y el martilló romperá el frasco y liberará el gas.
Nos preguntamos si, transcurrida una hora, el gato sigue vivo o ha muerto. Si alguien abre la caja podrá comprobarlo por si mismo, pero si nadie lo hace, el estado del átomo se hallará en una situación de superposición entre los estados “desintegrado y “no desintegrado”, es decir, estará desintegrado y sin desintegrar a la vez. Entonces sólo podemos concluir que el gato está vivo y muerto a la vez.

Nadie ha visto un gato vivo y muerto a la vez, pero siendo estrictos, esto es porque al efectuar la observación, el sistema manifiesta uno de los dos posibles estados: “vivo” o “muerto”. Lógicamente, esto no tiene sentido, y ahí es a donde quería llegar Schrödinger. Ni el mismo creía las consecuencias a las que había llevaba su propia función de onda.

Lo que es indudable es que la mecánica cuántica no ha dejado de cosechar éxitos a la hora de describir el funcionamiento de la materia. La función de onda puede utilizarse para estudiar todos los átomos, moléculas o metales, y encuentra numerosas aplicaciones, de forma que puede predecir el color de un cierto tinte, la energía liberada en una combustión, el magnetismo de un nuevo material o incluso la velocidad a la que se descompone el ozono en la atmósfera. Tanto es así que un 20 por ciento del Producto Interior Bruto de los Estados Unidos se debe a aplicaciones de la mecánica cuántica.

Mientras algunos científicos se dedican simplemente a aplicar la física cuántica, obteniendo grandes logros, otros no pueden evitar filosofar sobre lo que supone todo esto. Stephen Hawking opina que lo de menos es comprender el funcionamiento íntimo de la naturaleza, que lo realmente importante es contar con una herramienta que nos permita hacer predicciones, y la mecánica cuántica nos sirve a la perfección. Otros anteriores, como Richard Feynman argumentaron de la misma manera

Albert Einstein
nunca pudo digerir esta interpretación de la naturaleza y pronunció su famosa frase “Dios no juega a los dados”, no aceptaba que la teoría que describía el mundo subatómico se basara en probabilidades. Sin embargo Hawking opina que “no sólo juega a los dados sino que además los arroja donde nadie puede verlos”.

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