martes, 31 de enero de 2012

Guardar Silencio: Breve conversación con Alí Chumacero - Por Armando Alanís Pulido -




Alí Chumacero nació en Acaponeta, Nayarit, en 1918, su obra poética es muy breve, sólo escribió tres libros: Páramo de sueños (1944) , Imágenes desterradas (1948) y Palabras en reposo (1956); hace algunos años una encuesta entre poetas mexicanos lo colocó como el poeta (en ese entonces) vivo más importante del país pero ¿cómo abordarlo sin que la conversación parezca un regreso melancólico? Pensé que sus poemas estaban recién escritos, me hice esa idea y cuando los leía en silencio fui interrumpido por el silencio, cual metáfora resistente del mismo Alí, y entendí que de eso precisamente era de lo que quería hablar, de sus palabras reposadas, las palabras que han estado en reposo desde hace cincuenta.

¿Quién trabaja con la palabra también trabaja con el silencio?
El silencio contribuye a darle ciertos tonos, cierto matiz a lo que se está diciendo, el silencio no es solamente decir ya me cansé de estar hablando, se debe de aprovechar para que en la poesía forme parte de todo el contenido o de toda la forma.
Hay dos aspectos: el silencio dentro del poema y el silencio dentro del poeta, que es la actitud del poeta. Es pues el silencio una manera de abordar la emoción, curtirla, intensificarla incluso; tiene que formar parte de la poesía como un cambio entre un sonido y otro en la música, como un blanco y un negro en la pintura o una inmovilidad de pronto en la danza.

Dignifica más el silencio a un poeta....
Ni lo dignifica ni lo desgracia, simplemente nos hace ver que uno además de asistir al escándalo, puede acceder a la reflexión y a la vida introvertida.

¿No le da tentación la hoja en blanco?
Yo decidí ya no escribir nada, ya he dicho todo lo que tenía que decir, fui un poeta celebrado cuando apareció "Poema de amorosa raíz" después cuando yo estaba en el más tenebroso de los olvidos, Marco Antonio Campos practicamente me descubrió, yo creo que la poesía es para unos cuantos, está al alcance de todos pero es para unos cuantos.

Usted lee distinta poesía porque, digamos que está añejada pero ¿cree que de algún modo la realidad cambia al poema con el tiempo?
Un poema es un ser vivo, el poema que hizo Quevedo que yo leo ahora seguramente no tiene el mismo significado que tuvo y que tendrá, yo hago un poema y no todos leen lo que yo quise decir, el poema tiene un valor en si mismo que te da la posibilidad de que cada cual tenga frente a él una realidad diferente, aunque hay versos resistentes, versos eternos...
El verso eterno de Alí, ¿cuál sería?
"...ya éramos tú y yo", lo escribí a los dieciocho

¿De que está convencido?
De que el poeta no se hace, el poeta nace, tiene una sensibilidad innata que le viene del inconsciente colectivo, el poeta capta las cosas de otra manera y les da la vida porque la poesía es una realidad en sí, como ya te lo había dicho, el poema no conduce a nada, no lleva a nada, en sí mismo se encierra, se quema, es una llamarada, la perfección misma de la expresión, insisto, la poesía es un arte independiente donde la realidad no es precisamente algo indispensable, no quiere decir que la poesía sea aérea, quiere decir que en sí misma se consume, se hace, se realiza, en la poesía la forma es el contenido y eso lo deben de entender los poetas jóvenes, que en México han proliferado terriblemente y eso es bueno.
¿Sabes que hago yo? Los vigilo.



 
De tiempo a espacio

Naciste desde el fondo de la noche,
del sueño donde el tiempo comienza a ser raíz
y la mirada sólo tibio aire,
cuando aún no era ojo sino apenas un viento suave,
un aroma erigido sin mano que lo toque.
Eras la flor ahogada flotando sobre el cuerpo
en nuestro amanecer hacia la luz;
destrozabas la noche con tus ojos,
hundida en mi desnudo
tal un vivo rumor de brisa que al oído
volcara la virtud de su marea,
y mi aliento en tu savia navegaba,
y tu voz en mi pulso se moría
como sombra de ave agonizante,
transformando mi cuerpo en sueño tuyo,
en vivo espejo abandonado
o silencio que cruza los espacios

Desvelado amor
 
Cayó desnuda, virgen, la palabra;
cayó la virgen desnudada
bajo mi cuerpo, trémulo latir
que hoy apenas si me pertenece
y me embriaga con cálido rumor,
rodea mi epidermis,
se introduce letal bajo mi lengua,
y mis párpados no lo miran
pero lo sienten desalado,
desolado que busca entre la noche
la amarga conjunción
de dos manos eternamente unidas
en el estrecho abrazo de la muerte.
Calló la voz. Mudos los labios
ciñéronse a la sombra
incendiando el incienso de su caída flor;
tan quietos como el sueño que también esperaban
con ansiedad de ciego sobre el tacto;
descansando angustiosos como el árbol sin fruto
bajo la primavera. Y mi cuerpo cayó
a un desesperado cuerpo,
y desde entonces siente
cómo crecen sus nervios en una dura ruina
hecha de sombra y voz estremecidas
por el vivo temor de estrecharse a la noche,
como el mar a las aguas que lo nutren
o la voz a los labios, fuente muda;
y en la quietud nacida
de este limpio silencio que por mi cuerpo corre,
destrozados los labios, la voz y la palabra,
anclado entre mí mismo,
el fuego de mi tacto se adormece
en esta soledad bajo la flor del sueño.

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